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10
de Septiembre del
2010 Hijo e tigre. Por: Diego Arnal. |
Era tal vez una de las últimas salidas al peje de la temporada (para quien escribe, porque supongo, va a haber pejerrey del bueno para un rato largo), la ideal por el mes para dar con los "gran Berisso",y por ello, junto a mis amigos Hugo Iglesias y Juan Monteverde sumándose "Peralito", (un amigo de ambos), no dudamos en contactarlo a Héctor, quién nos comentó que el pique estaba repuntando de manera franca, ya que si bien había mucho pescado, últimamente se encontraba remiso para comer. Yendo hacia Berisso el pronóstico del tiempo no era alentador; el cielo se encontraba encapotado, por la radio daban tormentas eléctricas hacia el mediodía en Capital Federal; en fin, tanta mala suerte no podíamos tener, sobre todo por los días espectaculares que precedieron al viernes; no obstante tenía fe, y cuando llegamos al río el cielo estaba despejado, sin señales de tormenta a la vista. Salimos rumbo a la Hillstone junto a Nahuel, el hijo de Héctor, pero transitando el canal, el viento empezó a soplar fuerte del norte, haciendo la navegación incómoda (zafamos con la tormenta y ahora nos agarra el viento, pensé) En ese momento, Nahuel nos propuso, dada las condiciones, y con muy buen tino, hacer la pesca cerca de la costa, debido a que según los datos que manejaba del tiempo, cerca del mediodía el viento iba a aflojar como para navegar hacia la Hillstone. Hicimos un garete largo, con escaso pique y sólo dos pejes de buen porte que andarían por el medio kilo. Tal cual la data de Nahuel, cerca de las doce el viento empezó a amainar y partimos río adentro. Si bien el oleaje residual resultó un tanto molesto (sobre todo para mi amigo Juan), intuía que el esfuerzo bien valía la pesca por venir; y no me equivoqué. El pique se empezó a dar ni bien las líneas cayeron al agua; era impresionante ver como el pescado se tiraba sobre las mismas, incluso con corridas a un metro de la embarcación. Como dijo Nahuel y contrariamente a lo que suponía, cuando el pejerrey tiene ganas de comer, es indistinto el cuadrante de donde sople el viento y fue así como la pesca la hicimos con viento norte. Fueron unos setenta pescados robustos, promedio quinientos a ochocientos gramos, y con varios de kilo. Cerca de las dos y media de la tarde, el viento rotó al sur de intensidad leve, y el pique empezó a ralear, y a las tres, viendo como los nubarrones de tormenta se iban aproximando, dimos por terminada la pesca, saliendo del río de manera segura. Era nuestra primera salida junto a Nahuel, y debo felicitarlo por el conocimiento demostrado, navegando de manera excelente, brindando la misma seguridad que nos da siempre Héctor, al igual que su resolutividad ante cualquier inconveniente, haciendo de la pesca un verdadero placer.
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